El sábado me enfrenté a público desconocido,
una guerra que nunca pensé afrontar,
en una mano una cerveza ahogada,
y la otra sostiene tu recuerdo sin nombre.
Con mi espada, "la no correspondida"
y mi escudo, los cuentos que te firmé.
A punto de superar la crisis de los 30
después de lunas que sólo duermen alcoholizadas
y no es más que el barranco
por el que me despeño hasta los 31
sin futuro, siendo puntual, y llegando siempre tarde.
Seguimos encerrados en ese bar,
en el que tú persigues al cantante del escenario,
y yo le pido otra copa de soledad
a la camarera, que si cierro los ojos,
la veo igualita a ti.
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