si cuando llego a casa no estás conmigo,
pero con el cariño de ese niño
encuentro todo lo que necesito y sigo.
Le encontré una noche, en nuestro banco sentado
junto con una niña que le miraba de lado
sin prestarle atención pese a que le iba la vida en ello,
sin querer saber que no había nada más en el mundo entero.
Ese banco que cerró los ojos al besarnos,
escuchó nuestras conversaciones
y sintió como yo, cada roce de tu cuerpo.
Esas noches de besos de refugiados
que encontraron su hogar en el sexo y las canciones,
esos días de inviernos abrasadores como el fuego.
Cuando el niño se levantó del banco,
me abrazó con tristeza, soledad y llanto.
Tu hija y mi hijo no entendían tanto.
Nosotros sabemos que nunca serán hermanos.
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