jueves, 10 de marzo de 2011

No importa lo que digas al principio si no rima al final

Un indú me enseñó el juego de la balanza. Nada más eran, dos cajas encima de cada lado de esta.
De estas cajas, se veían unos agujeros, que solo cuando las levantabas, veías que lo que sobresalían eran unos pequeños recipientes, de distintos tamaños y distintos materiales.
Este hombre me dio un puñado de granos de arroz, y me dejó elegir mis cubiletes para ponerlos en un lado de la caja.
Fui tocándolos al peso, viendo sus formas, y al cabo de un rato, los fui haciendo míos conociendo cada imperfección.
Me explicó lo que significaba cada símbolo que había marcando cada agujero donde no se vieran los cubiletes.

Cuando terminé de colocarlos, rápidamente cerré la caja, para que, nadie viera el orden ni la forma de mis recipientes.
Aun no sabía muy bien cuál era el objetivo del juego, ni cómo lograr saber qué hacer, pero la curiosidad, me atrapó a mí y a una compañera del viaje, que no recordaba ver más que de lejos en alguna otra ocasión.

Ella hizo lo mismo, al otro lado de la balanza, sin que yo pudiera verlo.
Cuando terminó, este hombre silencioso que nos hablaba por gestos y por miradas, nos indicó que fuéramos grano a grano llenando las cajas de la otra persona.

Al principio con cuidado, de no desnivelar la balanza. Luego, entre risas, se nos iban escapando algunos granos descuidados, hasta que al final, lo dimos todo y no nos quedó ni un grano más que poder guardar en el lado de la balanza del otro.

Esta, se movía de un lado a otro sin saber por el que decantarse.
Rápidamente pedí más granos de arroz para conseguir nivelar la balanza, me miró a sabiendas que más tarde o más temprano, lo pediría.
Entonces, alargó la mano hacia ella, le dio un puñado y cuando la acerqué yo, no quedaba nada más.

Nuestro guía nos habló de espaldas, y nos dijo:
"Busca el reposo de la balanza aunque el equilibrio sea imposible, nunca sabrás bien cuánto arroz añades en cada hueco, ni si quedará más cuando vayas a pedir, ni sabrás el peso de cada recipiente que no sea el tuyo, incluso el tiempo jugará en tu contra porque los desgastará o los oxidará y su peso no será ni siquiera el inicial..."


Yo no entendí muy bien el juego hasta un tiempo después.
Ella lo entendió a la primera, vio que había un hueco medio vacío, y se fue sin mirar hacia donde se decantaba la balanza.

El hindú, el guía, todo el grupo del viaje y todos los coches de la India, siguieron como si nada importante hubiera pasado...

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